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OCULTISMO O LEY ORAL
.............................por José Alvarez López
Entre los israelitas la tradición escrita no lleva el nombre de “ocultismo” pues éste es un término relativamente moderno acuñado a partir de la expansión de la Sociedad Teosófica a fines del siglo XIX. Para los escritores Israelitas la tradición no escrita lleva el nombre de “Ley Oral”. Al respecto podemos hacer una cita del filósofo judeo–español Maimónides quien decía : “Desde los tiempos de Moisés hasta los de Rabí Judá Ha–Nasi la Ley Oral no fue enseñada en ninguna academia mediante textos escritos”
Vemos, pues, que al hablar de ocultismo hemos caído automáticamente en el “cabalismo”. Y esta confusión se extiende a todas las ramas del judaísmo pues cuando la “Midrash” apareció en versión escrita siguió llamándose
“Ley Oral”.
En este sentido la opinión de un rabino tiene que ser importante. Dice Moisés Adler : “Por muchos siglos existió una oposición determinada a la escritura de la Ley Oral. Un sabio, Iojanan ben Nappaja, en el Siglo III apoyó firmemente el veto a las anotaciones y hasta llegó a decir que aquél que anota las leyes orales es como alguien que quema la Thorá. Otro erudito declara categóricamente que aquellos temas cuyo objeto es el de enseñar oralmente, no deben ser trasladados a la escritura. ¿Cuáles son las razones de este rechazo a registrar por escrito algo que es considerado importante y autorizado?”
Con la tradición súmero-akkadia (Caldea), que es el antecedente histórico de la cultura judía, se presenta el fenómeno fácilmente detectable de dos líneas históricamente separadas. Una que podríamos llamar ocultista o esotérica y otra claramente exotérica. Así, pues, la historia de Caldea narrada por el escritor seléucida Berosos –que escribía en griego cuneiforme– no coincide con la historia de Caldea obtenida por los arqueólogos a partir de las tabletas cuneiformes, pero sí coincide con los testimonios que aparecen en los llamados:
"Sellos Cilíndricos”.
La conclusión obvia es que Berosos, que era un griego iniciado en el sacerdocio babilónico, conocía las tradiciones orales y las publicó (que fue lo que siempre hicieron los griegos con las tradiciones secretas de los pueblos orientales que llegaban a su conocimiento) lo que dio origen a la ilusión, aceptada por la historia oficial, de que los griegos fueron los iniciadores de todo conocimiento.
Todo esto ha sido comprobado recientemente por la arqueología súmero-akkadia y su sucesora caldeo-asiria donde, a pesar de su reticencia a escribir, se han encontrado numerosos casos de plagio griego, como, por ejemplo, el “Álgebra” atribuida a Diofanto, y que hoy se conoce, completa, en la versión caldea. Con el nombre de Kashdim, los hebreos, y de Caldea, los griegos, definían a esta civilización en su conjunto.
Otro caso sensacional ha sido el “Teatro Griego”, toda cuya estructura –división en cuatro actos, oposición de los dos personajes, la actuación de los coros y hasta la propia disposición del escenario y las gradas, etcétera– ha sido encontrada en Sumeria.
Debe plantearse ahora el problema de los alcances de la Ley Oral. Puede afirmarse con razones bastantes convincentes, que todos los libros de origen judío fueron en algún momento Ley Oral.
Pero decir esto es decir mucho, pues en tal caso hasta la propia Biblia habría sido tradición oral llevada a lo largo de los milenios de boca a oreja. Esto que pasará por algo novedoso, es sin embargo una tesis demostrable.
