EL PROFETA ARGENTINO
Solari Parravicini, Victoria
Introducción
Dentro de las pautas fijadas para mi trabajo, traté de encontrar
algún personaje familiar, que me brindara la posibilidad,
de descubrir e investigar por mí misma, acerca de su vida.
Se trata de un tío muy querido por mi abuelo, al que muchísimas
veces escuché relatar historias sobre él. Siempre se
refería a las historias de “Pelón”, las cuales eran tomadas por
todo nuestro entorno familiar como fantasiosas o disparatadas,
y las que para casi nadie resultaban creíbles. Más bien,
siempre pensé –por las reacciones de mi familia– que eran
tomadas como graciosas.
Sin embargo, a medida que se han ido sucediendo hechos
que han tomado notoriedad y cuando comencé a ver mencionado
su apellido, que es el mío, en diversos medios, me
pareció interesante tratar de relatar algo de su vida ya que en
cierta medida y en ciertas circunstancias me siento integrante
de la familia de un ser especial, dotado innegablemente de
virtudes proféticas o telepáticas, que en algunos casos han
sido compartidas por otros miembros de la familia.
La escritura automática (o psicografías) es el proceso o resultado
de la escritura que no proviene de los pensamientos
conscientes de quien lo escribe, sino que es una manera de
liberar al subconsciente. Se trata de ubicar el lápiz sobre el
papel y dejar que fluyan los pensamientos, sin ninguna restricción
moral ni social. Su objetivo es vencer la frontera del
inconsciente, escapando a la voluntad consciente del autor.
Investigación exploratoria
Testimonio de Emilio Solari Parravicini (sobrino de Benjamín,
mi abuelo):
“Benjamín fue tío hermano de mi padre, para todos conocido
con el sobrenombre de Pelón. Era el mayor de ocho hermanos:
cuatro mujeres y cuatro varones. Entre ellos, tenían una
relación muy amena y cariñosa. Cada uno de ellos tocaba de
oído un instrumento, desde el arpa hasta el acordeón y la
guitarra. Las fiestas que se celebraban en la casa familiar de
mi abuela eran muy divertidas e interminables.
Benjamín venía por lo general una vez por semana a cenar
a casa porque era muy unido con mi padre y se llevaba muy
bien con mi madre. Recuerdo las sobremesas, en donde contaban
un montón de anécdotas de su juventud y Benjamín
contaba sus predicciones, como la de muerte de Alfonsina
Storni, entre otras.
Algunas veces se transformaba y nos decía algunas de sus
predicciones, que para nosotros era todo muy normal para
ese entonces. Un ejemplo de las predicciones que nos contaba:
yo tenía que rendir libre Anatomía, y como me habían
expulsado del colegio, me tocó por sorteo rendir en el Normal
de profesores Mariano Acosta, colegio muy bravo. La noche
anterior a mi examen comí con él, y como yo era bastante
vago, en realidad no había estudiado mucho. Le conté que
estaba preocupado y me dijo: quedate tranquilo que te vas a
sacar un 9 porque yo voy a estar a tu lado. El día del examen
me pusieron un esqueleto frente a mí y me empezaron a preguntar
los nombre de todos los huesos, no me equivoqué en
ninguno dado que sentía que me los dictaban. Finalmente,
me pusieron un 9”.
Relato escrito
Benjamín Solari Parravicini –mayor de ocho hermanos– nació
en la ciudad de Buenos Aires el 8 de Agosto de 1898. Era un
artista plástico de renombre internacional, que sin embargo
debió su justa fama a sus psicografías premonitorias.
En su estudio, donde dibujaba, comenzó a recibir de una extraña
manera, ideas que él proyectaba sobre el papel y que
atribuía a la espontaneidad de la creación artística. Cuál sería
su sorpresa al comprobar que las ideas que había bosquejado
eran proféticas, ya que con el paso del tiempo se cumplían.
No pasado mucho tiempo y ante la sorpresa de nuestros familiares
y amigos, comenzó a acumular una serie de dibujos
que contenían profecías sobre el futuro del mundo y de Argentina
en particular. Al principio descartó estas premoniciones
y tiró muchos de sus dibujos.
Su familia vivía en una inmensa casona colonial que había
sido heredada por la madre de Benjamín en 1918. La mansión
se encontraba en un terreno de siete hectáreas en la
zona de Olivos (al norte de Buenos Aires), edificada sobre una
barranca cuyos terrenos descendían hacia las playas, que en
ese entonces existían. Al poco tiempo de habitarla, empezaron
a notar cosas muy extrañas. La casona tenía en la planta
baja veinte grandes ventanales protegidos con rejas de estilo
colonial, y por la noche se sentían ruidos como si alguien las
golpeara con palos. Inmediatamente se estrellaban decenas
de piedras contra las paredes exteriores, y algunas entraban
por las ventanas. Al principio la familia se espantó por la situación,
especialmente porque no encontraban el origen de
las pedradas, y porque los numerosos perros de la casa se
mostraban indiferentes a los ataques. Denunciaron la situación
a la policía, que nada pudo hacer, pero como esto se
repitió noche a noche sin que las piedras tocaran nunca a los
habitantes de la casona, terminaron por acostumbrarse. En
los días siguientes se agregó a todo esto, el sonido que producía
supuestamente una persona intentando forzar la puerta
principal cerca de las dos de la mañana, y al mismo tiempo se
percibían ronquidos provenientes de una de las torres de la
casa, suponiendo entonces que alguien la habitaba. Aunque
parezca extraño, la familia tomó esto como algo gracioso que
incluso motivaba reuniones con amigos que querían ser testigos
de la situación, la que se extendió por 27 años.
Aunque Benjamín era un bohemio y llevaba una vida mundana,
estas experiencias poco comunes chocaban no solamente
con su medio social y sus significantes, sino fundamentalmente
con su formación religiosa y su estructura
ideológica. Por tanto, como modo de autodefensa, quizás el
mismo miedo a la locura a la que aludía su padre, Benjamín se
aferró al catolicismo, a la lectura bíblica, a los pensamientos
ideológicos de la oligarquía argentina de entonces, creyendo
que esto le garantizaba de alguna manera, la no pérdida de su
origen, su sentido de pertenencia, su correspondencia con
cierta postura social, quizás como su único “cable a tierra”.
Benjamín –o Pelón, como le decía la familia– era protagonista
de extrañas situaciones, como por ejemplo “adivinar” la
ubicación de cosas o personas desaparecidas, pero fue en la
década del ‘30 cuando comenzó a mostrar su verdadera habilidad.
Una noche de 1938 despertó tembloroso, percibiendo
un fuerte aroma a mar y algas en su habitación, al tiempo que
oía una delicada voz femenina. Comenzó a escribir lo que esa
voz le decía: que se estaba separando de la vida, que veía
imágenes hermosas, y que “las algas le envolvían las manos
como joyas muertas”. Por fin, la mujer se identificó, y Pelón
escribió un nombre, un lugar y una fecha: “Alfonsina Storni,
Mar del Plata, Octubre de 1938”. En ese mismo momento, la
maravillosa poetisa se suicidaba a casi 450 Km. de allí, internándose
en el mar.
Pero su virtudes proféticas, ya se había manifestado desde
1936. Sus manos, sin ningún control de su parte, dibujaban
y escribían cosas que con los años llegarían a tener un sentido
desconocido para él: había empezado a recibir sus primeras
psicografías. Una noche de ese mismo año, mientras se
encontraba en su habitación escribiendo cuentos y poemas
como era su costumbre, vio con sorpresa cómo una pesada
lámpara de bronce se levantaba en el aire y se estrellaba
contra una pared. Tomó la lámpara retorcida, y se dirigió a
la habitación de su hermano Justino, quien no le dio mayor
importancia al hecho y le dijo que fuera a descansar (recordemos
que vivían en una casa donde volaban piedras sin explicación).
Pero Pelón volvió a su cuarto, y ya no pudo dormirse.
Sintió una poderosa sensación en su mano, una necesidad de
tomar un lápiz y comenzar a trazar extraños mensajes en el
papel. Su primer dibujo mostraba a Mussolini muerto, colgado
de los pies, tal cual sería expuesto en las calles de Milán
en 1945 junto a su amante Clara Petacci. Debemos tener en
cuenta que el dibujo fue realizado en 1936, en pleno auge del
dirigente italiano, y nueve años antes de su muerte.
Profundo católico, al principio no le dio mayor importancia
a estos mensajes e incluso quemó varios de ellos, pero ya
no pudo detenerse. Realizó más de 700 psicografías, compuestas
por un dibujo, acompañado de un pequeño mensaje
a modo de explicación, y la mayoría de ellas se destacan por
su gran exactitud abarcando todos los temas.
Las profecías en forma de dibujos con párrafos conforman
tres libros de los cuales no puede dejar de tenerse en cuenta
las psicografías del libro El testamento profético de Benjamín
Solari Parravicini, que abarca el final de finales y el comienzo
de la nueva era.
Entre los años 1971 y 1972, poco antes de su muerte, Benjamín
volvió a dibujar centenares de psicografías, fundamentalmente
explicando cómo llegaría y sería el final de los finales
para gran parte del mundo. Como será la nueva era, los extraterrestres,
las comunicaciones y fundamentalmente desarrollando
lo que sería el rol de la informática y su influencia en el
cambio de las relaciones entre los seres humanos.
Se deben tener en cuenta ciertas cuestiones. Por ejemplo,
hoy en día todavía no se han podido descifrar o interpretar
ciertas siglas o palabras que Parravicini hace referencia en
varios de sus escritos, como así tampoco las fechas (“66” a
veces hace referencia al 666, y no a la fecha “1966”). Habla
de una nueva era de paz que comenzaría a principios del siglo
XXI, y cantidades de veces habla del año 2002, como una
nueva y feliz etapa para el mundo y anticipa la venida de Cristo
también para esa fecha. Claro está, que en el año 2002 no
sucedió tal cosa, y por ello vemos que no todos sus escritos
se han cumplido a la perfección. De todas formas, es innegable
al estudiar la totalidad de sus psicografías, que Benjamín,
realiza una clara y quizá acertada distinción de varias etapas
por las cuales está atravesando y atravesará el mundo, y que
no se deben de tener en cuenta las fechas al pie de la letra,
pero si lo sucesos históricos.
Conclusión
Creo realmente que fue un personaje excepcional, que intentó
mediante sus grafismos, transmitir a cada uno de nosotros
un mensaje único y extraordinario, bien intencionado, dirigido
a que la humanidad encuentre su rumbo, volviendo a las fuentes
de la vida moral.
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